domingo, 30 de noviembre de 2014

Los bosques de niebla de México:
conservación y restauración de su
componente arbóreo


 El bosque de niebla de México, formación vegetal ampliamente conocida en este país como bosque mesófilo de montaña, incluye una
variedad de asociaciones que ocupan aproximadamente 1% del territorio nacional. Por su distribución fragmentaria en las partes media y alta
de las serranías húmedas (principalmente, pero no de manera continua entre 1500 y 2500 m de altitud), su compleja historia biogeográfica y
su contacto con muchos otros tipos de vegetación, este bosque incluye al menos 10% de las plantas vasculares de la flora mexicana
(alrededor de 27 000 especies). Recientemente se ha estimado que de un total de 762 especies arbóreas que prosperan en estos bosques,
al menos 60% están en alguna categoría de amenaza de acuerdo con los criterios de la UICN (23% Vulnerable, 27% En Peligro y 11% En
Peligro Crítico). Las tendencias actuales de crecimiento poblacional, de cambio de uso del suelo y el cambio climático mundial exigen
acciones de conservación y restauración para revertir sus efectos. El modelo convencional de conservación consistente en establecer
áreas naturales protegidas puede ser viable y todavía necesario en algunas áreas para conservar la integridad de los bosques de niebla en
su conjunto. Sin embargo, en la mayor parte de su distribución se requiere de estrategias novedosas de restauración que logren conciliar su
aprovechamiento sustentable y el bienestar de sus pobladores con la conservación del extraordinario patrimonio natural que representan
para México y el mundo.

Los bosques de niebla (BN) de México constituyen uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad y capacidad de provisión
de recursos hídricos (Fig. 1). Paradójicamente, estos bosques se consideran como el ecosistema terrestre más amenazado
a nivel nacional. Debido a cambios de uso del suelo y los efectos derivados del cambio climático global, se les asigna una
alta prioridad para su conservación y la promoción del desarrollo sustentable en áreas aledañas (Aldrich et al. 1997;
CONABIO 2010; Toledo-Aceves et al. 2011; Calderón Aguilera et al. 2012). En México se han aplicado numerosos nombres a
los bosques de niebla, destacando el de ‘bosque mesófilo de montaña’ (Rzedowski 1978; véase una revisión reciente en
Villaseñor 2010). Este tipo de bosque se asocia a una estacionalidad pluvial poco marcada, una presencia frecuente de
neblina al nivel de la vegetación y la ausencia de heladas en su interior. Aunque ocupa sólo 0.5-1.0% del territorio mexicano,
se trata del ecosistema con la mayor densidad de especies de flora y fauna en México (Challenger 1998). Su distribución
actual es marcadamente residual, no sólo por razones de su historia biogeográfica, sino en gran medida por el reciente
cambio de uso del suelo para la agricultura de cultivos anuales o plantaciones de café. Estudios recientes sobre su
componente arbóreo señalan, quizá de manera conservadora, que al menos 60% de sus especies enfrentan algún grado de
amenaza (González-Espinosa et al. 2011). En este trabajo se presenta una breve revisión sobre la distribución, composición
florística, estructura, amenazas regionales y globales, potencial de conservación y acciones de restauración de los BN de
México, concentrándonos en su componente arbóreo. El espacio disponible no permite tratar los temas con gran detalle y,
por tanto, se ha privilegiado el criterio de abordar aquellos que puedan motivar más interés y nuevos estudios sobre este
ecosistema.







Riqueza de especies, composición y estructura
La extraordinaria riqueza biológica de los bosques de niebla ha sido ampliamente reconocida, pero pocos estudios han
intentado explicarla y recopilar un inventario actualizado de su flora (Rzedowski 1996; Villaseñor 2010). Una de las causas de
su alta riqueza florística se deriva de que en los BN y otros bosques húmedos colindantes se juntan elementos holárticos y
meridionales, destacando el frecuente predominio de algunos de afinidad boreal en el dosel, bajo el cual crecen numerosos
elementos de origen andino, en especial arbustos y hierbas (Miranda y Sharp 1950; Quintana-Ascencio y González-Espinosa
1993; Rzedowski 1996; Villaseñor 2010). Por otra parte, la distribución discontinua de los hábitats montanos húmedos con
frecuencia hace que los bosques de niebla se desarrollen sobre suelos derivados de una amplia gama de sustratos geológicos
(sedimentario, granítico y basáltico) y en cañadas protegidas del viento y la insolación, así como en laderas protegidas o
expuestas a vientos cargados de humedad (Rzedowski 1978). Como resultado de estos factores, el bosque de niebla
presenta una incidencia alta de especies endémicas (posiblemente paleoendemismos que han persistido en microhábitats
con continuidad microclimática), con estimaciones preliminares de 30% de especies endémicas a México, y cerca de 60% si
se abarca el territorio de México hasta el norte de Nicaragua (Rzedowski 1991). Finalmente, en siglos recientes las
secuencias sucesionales derivadas del disturbio humano posiblemente han jugado un papel importante en la distribución local
de algunas especies y su incorporación a comunidades secundarias derivadas de los bosques de niebla (Quintana-Ascencio y
González-Espinosa 1993; Ramírez-Marcial et al. 2001; Olvera-Vargas y Figueroa-Rangel 2012), contribuyendo con ello a
aumentar el número de sus especies.
Rzedowski (1996) compiló una lista de 650 géneros pertenecientes a 144 familias de plantas vasculares que contienen al
menos una especie con una distribución casi o totalmente exclusiva de los bosques de niebla. Previamente, el mismo autor
había propuesto un total aproximado de 2500 especies como componentes exclusivos o preferentes de estos bosques
(Rzedowski 1991). Más recientemente, Villaseñor (2010), usando una definición más amplia que la de otros autores al
referirse a este tipo de vegetación, reportó cifras mayores de especies ‘restringidas’ a lo que él denominó como ‘bosque
húmedo de montaña’ (2822 especies, 815 géneros y 176 familias). Esta estimación indica, en términos muy generales, la
presencia de 10% de las especies, 52% de los géneros y 82% de las familias conocidas en la flora mexicana (unas 27 000
especies) (Villaseñor 2003, 2010).
Recientemente se elaboró una lista de las especies de árboles presentes en los bosques de niebla basada en la opinión de
numerosos expertos (762 especies distribuidas en 85 familias). Se incluyeron especies de distribución exclusiva en este tipo
de vegetación y aquellas compartidas con otras formaciones vegetales (González-Espinosa et al. 2011). Al concentrarse en
las especies arbóreas se logró evaluar de manera novedosa la contribución de las familias y los géneros a la composición
florística de los BN (Fig. 3). Destacan las contribuciones de Lauraceae (71 especies) y Rubiaceae (60 especies), muy por
encima de las Fagaceae y Fabaceae, con 38 y 35 especies, que les siguen en tercero y cuarto lugar, respectivamente. Entre
los géneros de especies arbóreas sobresale la riqueza de encinos o robles (Quercus, con 37 especies) (Olvera-Vargas y
Figueroa-Rangel 2012), seguidos de Ocotea, Clethra, Saurauia, Miconia, Inga, Eugenia y Arachnothryx, cada uno con al
menos 15 especies (Fig. 4). 



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